sábado, 13 de marzo de 2010

Escrutando un despertar


Hoy es otra vez sábado y una sensación conocida ha vuelto a acompañarme al despertar. Llevo varias semanas tratando de encontrar el problema para tratar de solucionarlo, sabía que era soledad, sabía que tenía que ver con el hecho de que al ser fin de semana y - aunque por una parte lo espero con ansias de lunes a jueves ya que disfruto mucho poder dormir unas horas más y porque puedo desconectar del estrés del día a día - siento, cuando abro los ojos y hablando literalmente, una angustia profunda en el pecho.
Los sábados (y los domingos también) no le encuentro sentido alguno a estar aquí. Siento, sin remedio, que estoy en el lugar equivocado. Hoy me he dado cuenta de que es una nostalgia punzante, un echar de menos doloroso un bello cuadro de fin de semana. Los despertares con mi Sputnik, los desayunos, los paseos en bicicleta casi en todas las estaciones del año, las mañanas de sofá de pleno invierno...el caminar juntos por la ciudad, ver películas o series por la noche, obligarlo a ir al cine.
El otro día le comentaba a mi compañera de piso que sé estar sola, o, por lo menos, más que otras personas, y es verdad, pero a medias. Las circusntancias recientemente me han enseñado que existe una nostalgia afilada, un echar de menos que no tiene nada que ver con una calentura exaltada, sino con las escenas vitales y eternas con tu compañero de viaje. Una vida anterior muy dulce en el recuerdo, que antes no podías echar de menos, porque estabas plenamente dentro. ¡Ahh bello cuadro!! A veces me pregunto si no debería entrar otra vez. Estar fuera era necesario para darse cuenta.

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