domingo, 30 de mayo de 2010

Ese lugar especial


Cuando viajamos bien se trate de viajes cortos, largos, excursiones de un día, etc... casi siempre hay un momento o un conjunto de momenots cúlmenes en los que nos sentimos en paz, en unidad con el mundo que nos rodea, el aire que respiramos tiene un olor a vida viva, entra en nuestros pulmones y somos conscientes de ello.
Como por arte de magia somos capaces de disfrutar al cien por cien del momento y de la compañía, como si fuese lo último que nos quedara, pero a esa sensación no la acompaña el pensamiento ya que eso implicaría cierta nostalgia o desesperación y en esos momentos la nostalgia duerme y la desesperación no existe: nos sentimos eufóricos. Por estar vivos.
Me pregunto entonces qué es lo que desencadena todas esas sensaciones en ese preciso momento, tal vez sea un conjunto de circunstancias, como nuestro estado de ánimo actual, los recuerdos que estamos teniendo conscientemente, la tranquilidad del subconsciente, la presencia o ausencia de preocupaciones pasadas, presenes o futuras, pero... ¿puede ser un lugar el único responsable de tal euforia? Yo creo que sí. El lugar y su ubicación, el lugar y lo que puede despertar en nosotros. Hay lugares que desprenden energía, lugares que se funden con tu alma. Lugares que te hace olvidar la parte miserable del mundo, la parte miserable de tu vida. El mundo nos es, a veces, tan ancho y ajeno... que me pregunto hasta qué punto no estaremos vagando de forma constante y sin saberlo de dimensión en dimensión hasta que damos con la puerta correcta.
Hace poco estuve en la Toscana y días después, repasando los momentos vividos puedo decir que mi mejor recuerdo está en Florencia, en el café que estaba en frente del Palazzo Bargello, queriamos comer algo y sentarnos a disfrutar del solecito que nos estaba regalando una luz increíble aquel buen día de mayo. Yo suelo decidir donde sentarme por lo que me inspira... sobre todo, si se trata de terrazas, con las terrazas soy muy exigente. Y esa me enamoró a primera vista. Está ubicada en un punto central de las callejuelas, debe tratarse de un eje mágico, provocador de ensoñaciones, está cercada por plantas y las vistas al Palazzo hacen que brille el conjunto. Todo fue positivo, los camareros fueron muy amables y la comida estuvo exquisita, las cervezas supieron a gloria.
Puede que mucha gente pase por esa terraza se tome algo y siga su camino sin volver a pensar en ella, turistas, residentes, pero puede que para muchos sea ese lugar especial al que siempre vuelven, para respirar un poco más profundo y oler la vida viva. Yo volvería siempre. Hay que entrar cuando se abre una puerta.

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