martes, 28 de junio de 2011
Bajo el sol de California - Shelter
Escrito el 24 de junio de 2011
Ayer noche ocurrió un milagro.
Cuando empecé a buscar una película no sospeché en ningún momento que iba a toparme con una tan bella.
Pero las casualidades, a veces, son mágicas y nos sorprenden irremediablmente. Shelter (el refugio) es sin lugar a dudas, la historia de amor más bonita que he visto en mucho tiempo, (es...tremendísimamente romántica) por todo lo que conlleva, superar obstáculos, ser valiente, entregarse y, sobre todo, tomar decisiones. Madurar.
Shelter es optimista, es magia, es real, es colosal. Con unos actores espectaculares (por auténticos), una banda sonora deliciosa; California de telón de fondo, las olas, sus mansiones, pero también su lado menos privilegiado.
El ritmo de la película es magnífico y no decae en ningún momento...te tiene en constante emoción.
Qué puedo deciros sino que os la recomiendo fervientemente...a todos los amantes de las historias de amor profundas y magistralmente contadas.
Ahora ya es verano
lunes, 31 de enero de 2011
Un largo y curioso invierno
Hasta ahora nunca había percibido el invierno de forma tan hostil. El frío se filtra en cada rincón de mi vida y la niebla me impide ver con claridad lo que estoy muriendo por ver.
Los días pasan tristes, cansados, incluso medio vacíos, como si algo hubiese extraído parte de mi esencia y mi yo no fuera más que una mitad incompleta que busca y no encuentra consuelo y paz.
Soy yo a medias, vivo a medias, siento a medias, quiero a medias, todo a medias.
No sé hasta cuándo persistirá esta abulia ¿hasta que el aire comience a calentarse? quizás, tengo la esperanza de que ese calor traiga de vuelta mi voluntad entera perdida en el limbo de la frialdad.
sábado, 28 de agosto de 2010
Diccionario del suicidio
La Contra 28.08.2010
Carlos Janín, autor del ´Diccionario del suicidio´
"Los intelectuales se suicidan más, porque tienen más ego"
LLUÍS AMIGUET - 28/08/2010
Tengo 66 años. Nací en Pamplona y fui 40 años catedrático de Literatura en Lyon, hasta que me he retirado feliz a Granada. Casado, sin hijos. Me fascina el suicidio, porque ha fascinado a muchos creadores. Nuestro suicidio como especie, el ecológico, es el que más me preocupa
El poeta Yannópoulos, desesperado por la falta de eco de su manifiesto nacionalista griego, firma sus escritos con la palabra "muerte".
Por la patria, mejor vivir.
Pero convirtió su suicidio en un poema: ¡Junto a Brunilda y Marco Curcio, Yannópoulos cabalgó hacia su apocalipsis!
No sé si el caballo estaría de acuerdo.
El caballo, amigo mío, es un caballero. Es más que un animal: recuerde que no figura en el Arca de Noé, donde en cambio sí se censan unicornios. Y la épica universal abunda en caballos tan fieles que lloran la muerte de sus jinetes y al cabo se suicidan.
En este caso, Yannópoulos lo suicida.
Desconocemos ese extremo. Lo seguro es que el 10 de abril de 1910 en Eleusis, lanza su caballo hacia las olas y, cuando ya no puede avanzar más, se pega un tiro en la sien.
Espero que el caballo se salvara.
Otro poeta griego, Kariotakis, también se lanza al mar para ahogarse, pero, tras diez horas de porfía, gran nadador, por no salir a flote, es devuelto a la playa por las olas...
... ¡Y tantos que se ahogan sin querer!
Agotado, vuelve a casa; se pone su mejor traje y seva al café El Jardín Celestial de Préveza; allí se le ve degustando un habano y un ristretto y redactando una breve nota: "Aconsejo a cuantos sepan nadar que no intenten jamás suicidarse tirándose al mar: durante diez horas he tragado agua y siempre subía a la superficie sin saber cómo...".
Suicida, pero quería sentirse útil.
Al día siguiente, tras un largo paseo por la playa, Kariotakis se sienta bajo un eucalipto y se pega un tiro en el corazón.
Supongo que no todos los suicidios tienen un final tan elegante.
El más escabroso y desagradable de mi diccionario es el del estoico Catón de Útica - no confundir con Catón el Viejo-,quien, tras fracasar en su defensa de la República frente al César, se abre el vientre con un cuchillo.
El suicidio político no es tan raro.
Pero Plutarco nos refiere con detalle cómo llaman al cirujano, que remienda el estropicio recolocando los intestinos del filósofo, sólo para que el obstinado Catón vuelva a reabrirse el vientre con sus manos y muera.
Sería estoico, pero fue una casquería.
Como las de Ron Brown en El arte de suicidarse y el suicidio en el arte, donde compila grabados inspirados en suicidios reales reportados en su día por el Illustrated Police News: autocrucifixiones, autoguillotinamientos... Barbaridades.
Pero, vamos a ver, señor Janín: ¿entre el suicidio y usted hay algo personal?
En absoluto. Al redactar el diccionario, sólo me he guiado por la curiosidad y la pregunta "¿por qué tantos creadores se suicidan?".
¿Por qué tantos creadores se suicidan?
No hay una respuesta sino muchas razones.
Universales, porque el suicidio lo es.
Pero aquí en la Península - desde Numancia hasta Alicante-tenemos una rica tradición local de suicidio colectivo ante el enemigo.
Lo de Alicante no me suena.
Bien documentados están los suicidios de familias enteras de republicanos acorraladas y bombardeadas por Franco en Alicante: el padre tiraba de la anilla de una granada y... evitaban caer en manos de los fascistas.
Esa guerra fue un suicidio colectivo.
Nada colectivo, pero igual de empecinado fue el escritor Ganivet al volver a arrojarse al mar minutos después de haber sido rescatado ya una vez de las frías aguas del Báltico: en la segunda tentativa logró ahogarse.
¿Cuál ha sido la época más suicida?
Tal vez el romanticismo: con el Werther de Goethe y su suicidio por amor, desencadenó una epidemia, la Werther-Fieber, frenada cuando la autoridad ordenó exhibir desnudos los cadáveres de los suicidas.
Hasta en el morir somos gregarios.
Los totalitarismos y las tiranías hacen del suicidio huida: Klemperer cuenta cómo la Gestapo recorre hogares judíos incitando a las familias a suicidarse dando pistolas.
El nazismo fue genocida y suicida.
Pero donde el suicidio ha gozado de mayor respetabilidad fue con los mayas, donde la diosa Ixtab, patrona de los suicidas, los guiaba al cielo sin pasar por el purgatorio.
No era una cultura humanista.
La obsesión precolombina por la muerte y los baños de sangre lleva a los antropólogos a concluir que ese raro afán autodestructivo fue la razón de la fácil conquista española.
El suicidio libraba de la esclavitud.
Así se explicaría Matachín, pueblo panameño que toma su nombre del suicidio de un centenar de chinos esclavizados para excavar el canal. Deprimidos por las horribles condiciones de su existencia, los chinos se ahorcaron colgándose de su propia coleta.
¿Cuál es el mensaje de suicida que más le ha impresionado?
El más citado es el de Cesare Pavese: "Basta de palabras, un gesto".
Definitivo.
El poeta segoviano Nicolás Arnero deja subrayada esa frase de Pavese, que contradice con dos versos más: "Intuyo la cobarde humillación / de sustraerme al suicidio". Pero Arnero comete una segunda contradicción y se ahorca el 20 de enero de 1991.
¿Usted cree en el derecho al suicidio?
Otros más grandes hablan por mí: Hegel lo define como "la última soberanía del yo" y Jaspers como "la última libertad de la vida"; Rousseau concluye: "Cuando la vida es un mal para uno y no es un bien para nadie, está permitido librarse de ella".
"Los intelectuales se suicidan más, porque tienen más ego"
El valor de vivir
Tal vez haga falta algún valor para quitarse la vida, pero siempre hace falta mucho más para vivirla, por eso resulta revitalizador el repaso de Janín - desde la lúcida distancia de su contenida ironía-de las últimas voluntades de muerte de tantos creadores que al final prefirieron el final. "Diría que los intelectuales se suicidan con más frecuencia - razona-porque piensan más en sí mismos; tienen más ego". Y yo diría que el propio Janín, profesor de Literatura en Lyon, felizmente retirado en la Alpujarra granadina, ha extraído nuevas ganas de vivir de su paseo por la historia de las ganas de morir. Me brinda una primicia de última hora: un editor finlandés ha comprado los derechos del diccionario.
La foule de Edith Piaf
Hace poco vi La vida en rosa y me encantó. Desde entonces escucho a menudo a Edith Piaf.
Mis favoritas: la que ilustra esta entrada, Padam Padam y je ne regrette rien...de momento.
viernes, 27 de agosto de 2010
La mennulara (novela de mi estancia en Ibiza)
Hay ciertas obras que relacionamos dulcemente con una estancia agradable fuera de nuestro ambiente cotidiano. Para mí, La Mennulara se ha convertido en una de esas novelas que siempre recordaré con mucho cariño por los ratos más que agradables que me hizo pasar en un escenario soleado y con mar al lado de mi mejor amiga.
El 23 de septiembre de 1963, en el pueblo siciliano de Roccacolomba, fallece la Mennulara, así llamada por haber sido en su niñez una hermosa recogedora de almendras. El resto de su vida, hasta el día mismo de su muerte, lo dedicó a servir con una lealtad rayana en lo enfermizo a los acaudalados señores Alfallipe. Pero ¿cómo se explica que con el tiempo se convirtiera en administradora de los bienes de sus amos? ¿Y por qué éstos se resisten en un principio a cumplir sus últimas voluntades? En el pueblo no tardan en desatarse los chismorreos: unos la maldicen, otros la veneran. Como piezas de un rompecabezas, esas voces van dando forma a la imagen fragmentada de la Mennulara, para componer poco a poco el espléndido retrato de una mujer inolvidable. Y mientras va desvelándose el misterio que la envuelve, su figura emerge, poderosa, en un universo rural y opresivo, en apariencia inmóvil, donde luchan un pasado que se resiste a morir y una modernidad que nunca acaba de llegar.
miércoles, 21 de julio de 2010
"Natasha, se hace tarde" (Otra vez Woody)
Esta no la he visto, pero promete. ¡Qué genial es Diane Keaton!
Película: Amor y muerte
To love is to suffer. To avoid suffering one must not love. But then one suffers from not loving. Therefore, to love is to suffer; not to love is to suffer; to suffer is to suffer. To be happy is to love. To be happy, then, is to suffer, but suffering makes one unhappy. Therefore, to be unhappy, one must love or love to suffer or suffer from too much happiness. I hope you're getting this down.
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